jueves, 5 de marzo de 2015

El Retorno de los Brujos



Vieja reflexión sobre un contrato de lectura con "El Retorno de los Brujos" de Louis Pauwels y Jacques Bergier, escrita para un Seminario de Especialidad, desempolvada entre algunos archivos digitales:

Escribir acerca de “El retorno de los brujos” supone, para mis experiencias como lector, abrir un ámbito especial a partir de los referentes culturales (no estrictamente literarios) que he logrado abarcar. En específico, este ámbito está relacionado con el mundo del esoterismo contemporáneo. Me remonto entonces a la década de los 60 para situar el contexto donde el libro circuló y desenvolvió. Durante esos años, en Francia, la obra ideada y publicada por Pauwels en colaboración con Jacques Bergier generó –de acuerdo a lo informado en los medios- un verdadero “boom” en torno a temas de diversa índole esotérica y científica-humanista. Por ende, llegó a convertirse en “best-seller” en el sentido estricto de éxito de ventas. De alguna forma, la masividad alcanzada se condice con el omnipresente mercado e industria cultural que la fomenta y preside. Es así que la influencia de nuevos conocimientos esotéricos expuestos “generosamente” para el gran público, caló hondo en un incipiente interés colectivo por aquellas temáticas y asuntos anteriormente restringidos a un círculo intelectual más elitista. Puedo resumir entonces que con el éxito comercial de “El retorno de los brujos” durante los 60, los llamados conocimientos esotéricos referidos a una visión transversal de los saberes humanos, pasaron de constituir un conjunto de saberes underground para posteriormente formar parte del circuito mainstream promovido por el mercado y la industria de la cultura.

Este hecho tuvo indudablemente proyecciones en el futuro. Es posible evidenciarlo en la recepción que tuvo el libro por parte de la crítica, tanto en el sector periodístico como académico. El primero se ha encargado de fomentar todo un fenómeno comercial en torno al libro, facilitando una imagen publicitaria que va de la mano con su manifiesto potencial lucrativo, simplificando hasta el absurdo los contenidos presentes en él. El segundo ha enfatizado su carácter “fundacional”, en el sentido de que funciona como un referente inmediato de prácticamente toda la literatura mainstream actual con orientación esotérica pseudo-científica. Precisamente estos caracteres se han vuelto determinantes para que “El retorno de los brujos” se haya convertido, hoy por hoy, en un libro de culto y de escasa circulación. Esta consideración del libro, a mi parecer, le dota de cierto “aire mítico” que funciona como un valor agregado, independiente de los parámetros de valor provenientes de los sectores de la crítica. De este modo, al entrar en contacto y en dialogo con generaciones posteriores de lectores (entre las cuales me incluyo) se constituye como factor para la construcción de un determinado perfil, una “identidad”. Es decir, aquellos que consiguen este libro, en cierta medida condicionados y mediados por información y conocimientos previos referentes al marketing (el envoltorio comercial y su valoración proveniente de los distintos sectores de la crítica), y a sus respectivos trasfondos culturales, aficiones e intereses, generan una apertura, una iniciación de esa “aura” de valor (en términos de Walter Benjamin) que el lector descubre, más allá del formato material del libro y de su edición específica.




En mi caso, pienso que como lector de “El retorno de los brujos” seguí hasta cierto punto la línea expuesta anteriormente. Mi encuentro con el libro, entonces, va íntimamente ligado con mi incipiente interés por los conocimientos filosóficos que se enmarcan bajo el concepto del esoterismo. En particular, puedo considerar mi ingreso a la corporación “Nueva Acrópolis” como un antecedente directo. A partir de mi experiencia en los talleres de filosofía que impartían, pude discriminar realmente mi proyección individual frente a la perspectiva que cada uno de sus agentes legitimaba. Ellos (los miembros de Nueva Acrópolis) aplicaban una concepción de “filosofía a la manera clásica”, es decir, buscaban aplicar una nueva praxis filosófica actualizada para los tiempos presentes pero basada en los principios y preceptos de los filósofos clásicos (principalmente griegos, como Pitágoras, Aristóteles, Platón, y orientales, como Lao Tsé, Confucio) y además de corrientes esotéricas como la Teosofía de Madama Blavatsky. Poco a poco me fui percatando de su rechazo injustificado por los filósofos modernos y contemporáneos. Fue de esa forma que finalmente disentí de sus puntos de vista y me retiré. Mi primera aproximación hacia este libro cobró así un significado adicional, por el hecho de mi previa retirada de Nueva Acrópolis. Empezaba a sentirme como un lector aficionado a este tipo de obras, aunque “El retorno de los brujos” no constituya literatura esotérica propiamente tal, ni siquiera literatura como fenómeno estético –constituye más bien un ensayo fragmentado en distintas partes, con inclusión de ciertas anécdotas de parte de los autores y de breves textos literarios de célebres escritores ad-hoc-. Me sentía por ello libre de posturas ideológicas, y dispuesto a profundizar en todos estos temas de interés (siguiendo una senda crowleyana de individualidad).

Posterior a mi lectura de “El retorno de los brujos” incursioné en literatura que guarda una cierta relación con las ciencias y los conocimientos humanísticos. Es el caso de autores como Aldous Huxley, con “The Doors of perception”, Lobsang Rampa, con “El Tercer Ojo”, y Austin Osman Spare con “El libro del placer”. Tampoco puedo olvidar la figura de Aleister Crowley, en el ámbito de la magia y el ocultismo. Si bien leer “El retorno de los brujos” me permitió establecer un contrato de lectura con dichos textos y con otros por el estilo, siempre me enfoco principalmente en su dimensión literaria, con una inclinación hacia el imaginario que configuran (a partir de mi proyección), sin dejar de lado su aspecto intelectual. “El retorno de los brujos” funciona así como un texto fundacional de mi nuevo itinerario de lectura, trazando una línea alternativa a mi anterior recorrido como lector. Es por ello que en la actualidad centro mi actividad de lectura en dos ámbitos: el de la literatura como obras estético-artísticas y el de los libros con contenido filosófico, religioso (desde una visión secular) y científico-humanista.

Por otro lado, la lectura del libro de Pauwels y Bergier no sólo ha influenciado los límites de mi campo y de mi modo de lectura, sino que también lo ha hecho en mi forma de concebir lo social y lo cultural. Partiendo de la premisa básica planteada por los autores sobre el “realismo fantástico” como un ingente cambio de paradigma, una aproximación hacia una posible reintegración de lo humano con el cosmos, en el sentido de que lo fantástico justamente supone la verdadera realidad del hombre ante la naturaleza y en el universo, sostengo que es posible aplicar a la vida práctica estas subyacentes ideas operando bajo el concepto de “ver e ir más allá”. Se trata de adoptar siempre una actitud escéptica ante los velos e ilusiones –principalmente informativas, colectivas y culturales- y crítica frente a las redes de poder y de control que ejercen su función consuetudinaria día y día buscando su legitimación en la desidia mental de las grandes masas. “El retorno de los brujos” ha sido para mí un puntapié que me instó a reconsiderar todas estas cuestiones, más allá de la creencia en contenidos como el de las civilizaciones perdidas en el continente americano, la conexión esotérica entre el nazismo y la cultura hindú y el surgimiento de una neo-alquimia que supondrá una revolución en el paradigma del conocimiento científico para dar lugar a una próxima era de misticismo actualizado. En la medida que funcionan como hipótesis y propuestas en ciernes, se hallan sujetas a una revisión, una re-lectura. En este caso, y siguiendo una lectura sugestiva, contribuyen como elementos gravitantes de una especie de imaginario, donde solo el elemento fantástico conlinda con los misterios, donde la visión mágica de la realidad es la expresión de las voluntades, ya que como versara Paul Eluard: "Hay otros mundos, pero están en este".


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