martes, 9 de junio de 2015

ESCUCHA, PEQUEÑO HOMBRECITO (Wilhelm Reich)


Libro dirigido al 'Pequeño Hombrecito'... Reclamo silencioso a la calumnia y al murmuro

Durante décadas, la plaga emocional Cristiana ha intentado una y otra vez impedir las investigaciones sobre el Orgón, el cual es un término utilizado por el autor de este libro  (Wilhelm Reich) y que refiere a la energía vital de cada organismo. Ahora bien, del trabajo sobre el orgón depende, en gran medida, la salud y la vida del hombre. Esto es lo que justificó la publicación de estas pláticas en forma de libro (como una especie de documento histórico)

Es necesario que el hombre de la calle aprenda lo que pasa en el laboratorio de investigación y que conozca cómo es visto (él mismo) ante los ojos de un psiquiatra experimentado. Debiese de tomar contacto con la realidad, pues es ésta la única capaz de contrarrestar su perjudicial anhelo e idolatría hacía la autoridad. Debe darse cuenta de la responsabilidad que asume cuando trabaja, ama, odia o se entrega al chisme. Debe saber cómo puede llegar a convertirse en fascista;  ya sea de la 'variedad fascista-roja' (ultra-izquierdas) o de la 'variedad fascista-negra' (derechas / ultra-reaccionario)Es imprescindible que quién luche por la protección de su entorno, sea tan adversario del fascista rojo como del fascista negro. Este "fascismo" es una ideología desesperada surgida en Europa, durante el período de "entre las guerras". 

Después de leer el libro de Wilhelm Reich, es posible asociar los problemas que en la actualidad estamos enfrentando; desde los problemas políticos y sociales, hasta los que tienen que ver con la salud y catástrofes naturales –provocadas por nosotros mismos (los humanos)– con lo que el autor refiere como ORGÓN:
  • Es decir, nuestra energía y las actitudes que tomamos ante la vida misma. 
Este libro nos hace recapacitar sobre lo lejos que estamos hoy de aquellos idealistas, que por un sueño cambiaron nuestra forma de vivir la vida, aquellos lucharon por un mundo mejor, los que precisamente escucharon a ese 'pequeño hombrecito', que todos llevamos dentro. A ese mismo que muchas veces silenciamos y nos negamos a escuchar, tanto por ideologías , como por corrientes políticas dogmáticas.




jueves, 4 de junio de 2015

LA CONTIENDA ES DESIGUAL



"MUCHACHOS, LA CONTIENDA ES DESIGUAL; PERO ANIMO Y VALOR.


NUNCA SE HA ARRIADO NUESTRA BANDERA ANTE EL ENEMIGO Y ESPERO QUE NO SEA ÉSTA LA OCASIÓN DE HACERLO. 


POR MI PARTE,  OS ASEGURO QUE MIENTRAS YO VIVA, ÉSTA... NUESTRA BANDERA, FLAMEARÁ EN SU LUGAR, Y SI YO MUERO, MIS OFICIALES SABRÁN CUMPLIR CON SU DEBER.

¡VIVA CHILE !


martes, 26 de mayo de 2015

"LA GUERRA SECRETA" por Jacques Bergier


Libro editado en 1969 por editorial Plaza & Janés, Barcelona. Formato Tapas Duras.



Las armas que jugarán el papel más importante,  en caso de que estallase una tercera guerra mundial, NO serán probablemente aquellas de las que más se habla hoy en día. Los cohetes, las bombas A o H serán superados. 

¿Pero, por qué? Un ejemplo nos dará idea de ello...

Hace algunos años, trabajaba en Checoslovaquia un sabio al que llamaremos B. Este profesor había reflexionado mucho sobre las posibilidades que ofrecía la guerra bacteriológica. Para decir la verdad, él No era partidario de ella o, mejor dicho, creía que era monstruoso hacerla a los seres humanos, los animales o los vegetales. El profesor B tenía una idea mejor: 


HACER LA GUERRA BACTERIOLÓGICA A LOS CARBURANTES Y A LOS LUBRICANTES.

Esto no es imposible. Existen, efectivamente, microbios capaces de ACTUAR COMO FERMENTOS en el Petróleo, la Gasolina o el Aceite lubricante.

Resultado: estos cuerpos se transforman entonces en gases volátiles, parecidos al metano, y ya no pueden, evidentemente, seguir siendo útiles.

Si se echan microbios en el territorio del adversario, todas sus reservas de carburante quedarán destruidas. No podrá seguir sosteniendo una guerra. El laboratorio donde trabajaba el profesor B. no era difícil de disimular, en principio. Ubicado en las afueras de Brno (República Checa), se le dio sencillamente la apariencia oficial de un pequeño laboratorio de estudios sobre la reproducción de los musgos y helechos. Todo iba a pedir de boca cuando  en las altas esferas alguien cometió una indiscreción. Inmediatamente una potencia occidental hizo proposiciones al profesor B. Unas proposiciones sin dudas muy ventajosas, ya que hoy en día continúa sus trabajos en Australia… o en una región parecida.

El Mundo está lleno de profesores B., que intentan inventar “armas” de todas las clases. Un cálculo reciente, establecido por los servicios franceses, señala 805 investigaciones en otras tantas direcciones o sea 805 armas posibles, cuya realización está actualmente más o menos adelantada.

Se trata de armas que, si estuviesen en condiciones de funcionar, permitirían probablemente un efecto de sorpresa mucho más grande que el que ofrecen los medios clásicos o incluso los cohetes portadores de Bombas H. Se trata particularmente de armas que están al alcance de los pequeños países. La gran batalla del espionaje moderno, cuyo esquema es casi el mismo en todo el mundo, se libra en torno a estas novedades.

JACQUES BERGIER
"La Guerra Secreta" 
1969,  Plaza & Janés S.A , Barcelona.





miércoles, 29 de abril de 2015

Realidad

Realidad

Infierno, para el más grande de los novelistas, Ernesto Sábato, y muchos otros como él.

Prodigio inexplicable, excepto en un mínimo no exactamente cartesiano.

Primero: hay algo que piensa y que siente. La negación de una mente y un cuerpo sujetos a cambios e influencias internas y externas es innegable

El "yo" y Lo Otro pues, nada como un síndrome abstinencial o un cáncer sin alivio y lento desarrollo para confirmar la mentira desvergonzada de los nuevaeras de que todo son montajes del cerebro, ilusiones.

Esto son REALIDADES.

De lo demás, sabemos muy poco, casi nada.

lunes, 20 de abril de 2015

Entrevista a Albert Hofmann sobre el LSD



La entrevista de la TV española al Doctor Albert Hofmann en El Mundo por Montera (1989)





Entrevistado por los principales cófrades del tema: Sánchez Dragó, Antonio Escohotado y Fernando Savater entre otros.

martes, 14 de abril de 2015

Toxoplasmosis, agresividad y la carnage

Ayer coincidieron estupendos docs acerca los temas del título y el famoso film "Un dios salvaje" based in a novel by Yasmina Reza...

Y bueno, como siempre, AOS, Gragko, cuándo nos ponemos a ejecutar una obra o investigación colectiva, que indague sobre el misterio, lo cruel, lo milagroso, etc...

No seré yo que siempre lo he guardado todo para el cajón (karma, karma, crecer en un pueblo entre mulas humanas, etc.) quien empiece, la maravilla me paraliza, necesito el diálogo vivo.

Reciban un saludo, chilenos grandes y no hagan tonterías o acabarán tan solos e inanes als Ich.

domingo, 22 de marzo de 2015

Austria, un país de mierda, quisieron ser alemanes y Clemansó y Poincaré no les dejaron. Bueno, son tan ruines que ahora no quisieran por eso de Hitler que vino luego. Hitler es la vera grandeza de Austria, el único austríaco de fama comparable a Jesús de Nazareth, su compatriota más célebre; también está Mozardo con sus gorjeos totalmente prescindibles y Haydn, el cual lo único útil que hizo fueron unos cuartetos con el tiempo convertidos en himno de una gran nación, y el mejor, el más sublime himno.

Aparte isso, Ostmark, que ahora ridículamente se llama "Osterreich", como si fueran una nacionalidad y no un consumo de tripones, es, además de básicamente el país de Hitler y de gorjeitos Mozart, muy secundario, incluso dentro de la música sinfónica, y del monstruo de Amsteten, el país que hipócritamente encarcela a un historiador galés por demostrar que Polonia buscó la guerra en el 39.

¿Qué más? ah sí, país (por llamarle algo) de un clima envidiable que dio a España sus peor lista de reyes, desde Felipe el Bello a Carlos el Hechizado. Austria, culpable de la horrible guerra de los 30 años que sufrieron más en Brandemburgo, Palatinado y otras más nobles regiones. Vaya gentuza, igual que británicos y franceses, el clima más agradable de la Tierra y aún así siempre han estado a guerrear y fastidiar a otros.

Si no fuera el racismo europeo y ario, en el 45 debía haberse obligado a los austríacos a dejar su territorio y migrar a donde fuere y crear ahí el estado hiperarmado de Israel (para defenderse de las tendecias exterminativas de los európidas) ¡Cuánta infelicidad se habrían evitado palestinos y judeos! Y estarían mucho mejor los hebreos, qué duda, que en su secarral cananeo.

Solo faltaba que ahora una así llamada "artista" de la podredumbre austríaca venga a exponer a este país, insultando al Rey (pero no a ninguno de la nefasta dinastía austríaca, fanática, catolicona y oscurantista, sino al que justo coincidió con los mejores años de este país desde la invasión romana, más o menos el período 1990-2010). Un Borbón, sí, cualquier  Borbón de España, a excepción del memo de Carlos Cuarto, que generó la invasión de Bonaparte y un siglo largo de guerras civiles, es mucho mejor y más español que cualquier Habsbourg.

(Por cierto, como le dijeron a Beethoven en el segundo estreno de la Novena en Vienna: "este público es indigno, en cualquier otro lugar del mundo habrían admirado el milagro..."). Los ostmarkers han intentado convencer al mundo que Hitler era Alemán y Beethoven austríaco.

Váyanse a la mierda con sus performances, loquitas y loquitos del "arte conceptual", miren sus vigas y dejen en paz a Alemanes y Españoles. Desde la invasión romana hasta ahora en España no vivió tan bien, la mayoría, como durante el reinado de JC Primero, hasta que los políticos y demás escoria agotaron el dinero y cerraron los caminos para la gente con talento.

Europeos, con pocas excepciones, puercos cobardes con horchata y no sangre en las venas. Algunos no son tan bajos (Finlandia, por decir), otros son peores, como los compadres de esta "artista conceptual" o los comedores de fuagrás.

(Otra solución al conflicto árabo-judeo sería que Egipto cediera el Sinaí, que no lo necesita para nada y donde campan bandidos que secuestran y torturan negros migrantes-eritreos básicamente, parece- y yihadistas y ahí se montara el Estado palestino, o el hebreo, pero esa es otra historia, en la que va incluida recuperar lo que se pueda del Planeta, disminuir las poblaciones humanas y volver a irrigar y enverdecer tantos secarrales)

viernes, 20 de marzo de 2015

"Oscurece tu habitación, cierra la puerta, vacía tu mente. Sin embargo, todavía estás en buena compañía - el Numen y su genio con todos sus medios de comunicación, y tu huésped de entre los elementales y los fantasmas de sus amores muertos - están ahí! Ellos no necesitan luz para ver, no necesitan palabras para hablar, ningún motivo para promulgar, sino su propio deseo puramente formado ".
Austin Osman Spare, The Logomachy of Zos




martes, 10 de marzo de 2015

Mircea Eliade, por Emil Cioran



Encontré por primera vez a Eliade hacia 1932, en Bucarest, donde yo acababa de terminar vagos estudios de filosofía. El era entonces el ídolo de la “nueva generación”, fórmula mágica que nos enorgullecía mencionar. Despreciábamos a los “viejos”, los “chochos”, es decir, a todos los que habían pasado de los treinta. Nuestro maestro tenía una guerra contra ellos, los demolía uno a uno, casi siempre daba en el blanco —digo “casi” porque en ocasiones se equivocaba, como le sucedió cuando atacó a Tudor Arghezi, un gran poeta cuyo único error era ser reconocido, consagrado—. La lucha entre generaciones se nos aparecía como la clave de todos los conflictos, el principio explicativo de todos los acontecimientos. Para nosotros ser joven era automáticamente tener talento. Se podrá decir que esta infatuación es de siempre sin duda. Pero no creo que haya sido llevada nunca tan lejos como con nosotros. En esa infatuación se expresaba, se exasperaba una voluntad de forzar a la Historia, un apetito de insertarse en ella, de provocar a cualquier precio algo nuevo. El frenesí estaba a la orden del día. ¿Y en quién encarnaba? En alguien que regresaba de la India, del país que precisamente le ha dado siempre la espalda a la Historia, a la cronología, al devenir como tal. Yo no subrayaría esta paradoja si no testimoniara una profunda dualidad, un rasgo de carácter de Eliade, igualmente atraído por la esencia que por el accidente, por lo intemporal que por lo cotidiano, por la mística y por la literatura. Esta dualidad no implica para él ningún desgarramiento: es su naturaleza y su oportunidad de poder vivir simultánea o alternadamente en distintos niveles espirituales, de poder estudiar sin drama el éxtasis y buscar la anécdota.

En la época en que lo conocí ya me asombraba que pudiera profundizar el Sankhya (sobre el cual acababa de publicar un largo artículo) e interesarse en la última novela. Desde entonces no dejó de seducirme el espectáculo de una curiosidad tan vasta, tan desenfrenada que seria enfermiza en cualquier otro que no fuera él. No tiene nada de la obstinación obscura y perversa del maniático, del obseso que se encierra en un solo terreno, en un solo sector y rechaza todo lo demás como accesorio y fútil. La única obsesión que le conozco y que, para decir verdad, se ha gastado con el tiempo, es la del polígrafo, la del antiobseso por excelencia, porque está ávido de precipitarse sobre cualquier tema por una inagotable sed de exploración. A Nicolas lorga, historiador rumano, figura extraordinaria, fascinante y desconcertante, autor de más de mil obras, por momentos extremadamente vivas, por lo general enrevesadas, mal construidas, ilegibles, llenas de detalles que se asfixian en el fárrago, Eliade lo admiraba por entonces apasionadamente, como se admira a los elementos, un bosque, el mar, los campos, la fecundidad en si, todo lo que surge, prolifera, invade y se afirma. La superstición de la vitalidad y el rendimiento, particularmente en literatura, no lo ha dejado nunca. Tal vez exagero, pero tengo motivos para creer que en su subconsciente Eliade sitúa a los libros por encima de los dioses. Más que a estos, es a los libros a los que venera. En todo caso, no he conocido a nadie que los ame tanto como él. No olvidaré jamás la fiebre con la que, al llegar a París inmediatamente después de la Liberación, Eliade los tocaba, los acariciaba, los hojeaba. En las librerías él exultaba, oficiaba: era un embrujamiento, una idolatría. Tanto entusiasmo supone un gran fondo de generosidad, sin el cual no se puede apreciar la profusión, la exuberancia, la prodigalidad, todas las cualidades por las que el espíritu imita a la naturaleza y la rebasa. Nunca pude leer a Balzac, a decir verdad dejé de intentarlo al comienzo de la adolescencia, su mundo me está prohibido, me es inaccesible, no logro entrar en él, le soy refractario. íCuántas veces Eliade no intentó convencerme! Había leido la Comedia Humana en Bucarest, la releía en Paris en 1947, posiblemente aún la relee en Chicago. Siempre ha amado la novela amplia, abundante, que se desarrolla en varios planos, que hace juego con la melodía “infinita”, la presencia masiva del tiempo, la acumulación de detalles y la abundancia de temas complejos y divergentes; en cambio ha rechazado todo lo que en las letras es ejercicio, los juegos anémicos y refinados que prefieren los estetas, el lado consuntivo, abiertamente descompuesto de ciertas producciones desprovistas de vigor y de instinto. Pero también se puede explicar de otra manera su pasión por Balzac. Existen dos categorías de personas: las que gustan del proceso y las que prefieren el resultado; unas se interesan por el desarrollo, las etapas, las expresiones sucesivas del pensamiento o de la acción; las otras eligen la expresión final, con exclusión de todo lo demás. Por temperamento siempre me he inclinado por estas últimas, por un Chamfort, un Joubert, un Lihtenberg, que dan una fórmula sin revelarle a uno el camino que los ha llevado hasta ella; ya por pudor, ya por esterilidad, ellos no logran liberarse de la superstición de la brevedad, querrían decir todo en una página, una frase, una palabra. A veces lo logran, hay que decir que muy pocas: el laconismo debe resignarse al silencio si no quiere caer en la profundidad falsamente enigmática. Esto no obsta para que cuando uno ama esta forma de expresión quintaesenciada o, si se prefiere, esclerosada, sea difícil separarse de ella y amar verdaderamente otra -aquél que ha frecuentado por mucho tiempo a los moralistas le es difícil comprender a Balzac, pero puede adivinar las razones de los que tienen debilidad por él, que toman de su universo una sensación de vida, de dilatación, de libertad, desconocida para el aficionado a las máximas, género menor en el que se confunden perfección y asfixia.

Por evidente que sea en Eliade el gusto por las vastas síntesis, también habría podido destacar en el fragmento, en el ensayo corto y brillante -a decir verdad ha destacado, ahí están sus primeras producciones, toda esa multitud de pequeños textos que publicó antes y después de su viaje a la India. En 1927 y 1928 él colaboraba regularmente en un periódico de Bucarest. Yo vivía en una ciudad de provincia donde terminaba mis estudios medios. El periódico llegaba a las once de la mañana. En el descanso me precipitaba al kiosco para comprarlo y así me puede familiarizar con los nombres desigualmente insólitos de Asvaghosha, Ksoma de Köros, Buonaiutti, Eugenio d’Ors y tantos otros. Prefería con mucho los artículos sobre extranjeros porque sus obras, inencontrables en mi pequeña ciudad, al parecerme misteriosas y definitivas reducían mi felicidad a la esperanza de leerlas un día. La eventual decepción era así lejana, mientras estaba al alcance de la mano para los escritores autóctonos. ¡Cuánta erudición, elocuencia y vigor se gastaron en esos artículos que no duraron sino un día! Estoy seguro que rebozaban interés y que no sobrestimo su valor por las deformaciones del recuerdo. Los leía como un arrebatado, es cierto, pero como un arrebatado lúcido. Lo que más me gustaba de ellos era el don del joven Eliade para volver toda idea estremecedora, contagiosa, para investirla de un halo de histeria, pero de una histeria positiva, estimulante, sana. Es evidente que este atributo es patrimonio de una cierta edad y aun si todavía se le posee uno prefiere no utilizarlo cuando se dedica a la historia de las religiones… En ninguna otra parte resplandeció más que en aquellas “Cartas a un provincial” que Eliade escribió luego de su regreso de la India y que aparecieron como folletín en el mismo periódico. De estas cartas no creo haberme perdido una sola, las leí todas, en realidad todos las leíamos pues nos concernían, estaban dirigidas a nosotros.

Lo más frecuente es que en ellas estuviéramos considerados en parte y cada uno esperaba su turno. Un día llegó el mío. Se me invitaba, ni más ni menos, a liquidar mis obsesiones, a ya no invadir los periódicos con mis ideas fúnebres, a abordar otros problemas que el de la muerte, mi obsesión de entonces y de siempre. ¿Iba a admitir una conminación tal? De ninguna manera. No aceptaba que se pudiera tratar otro problema que el de la muerte, precisamente acababa de publicar un texto sobre “la visión de la muerte en el arte nórdico” y estaba resuelto a perseverar en la misma dirección. En mi fuero interno le reprochaba a mi amigo no identificarse con nada, querer ser todo a falta de poder ser algo, de ser en suma incapaz de fanatismo, de delirio, de “profundidad”, por la cual yo entendía la facultad de entregarse a una obsesión y mantenerse en ella. Yo creía que ser algo era asumir totalmente una actitud y en consecuencia rehusarse a la disponibilidad, a los cambios, a la perpetua renovación. Forjarse un mundo propio, un absoluto limitado, y aferrarse a él con todas las fuerzas me parecía el deber primordial de un espíritu. Si se quiere, se trataba de la idea de compromiso, pero con la vida interior como único objeto, un compromiso consigo mismo y no con otro. Le reprochaba a Eliade ser incomprensible a fuerza de ser abierto, móvil, entusiasta. Le reprochaba también no interesarse exclusivamente en la India —me parecía que ésta podía desplazar todo lo demás y que ocuparse de otra cosa era una debilidad—. Todos estos reproches tomaron cuerpo en un artículo de título agresivo, “El hombre sin destino”, en el que atacaba la versatilidad de este hombre al que admiraba, su incapacidad de ser el hombre de una sola idea; ahí mostraba el aspecto negativo de cada una de sus cualidades (lo cual es la manera clásica de ser injusto y desleal con alguien), lo culpaba de ser dueño de sus estados de ánimo y de sus pasiones, de poder utilizarlos a su antojo, de escamotear lo trágico y de ignorar la “fatalidad”. Este ataque en regla tenía el defecto de ser demasiado general, habría podido ser dirigido contra cualquiera ¿Por qué un espíritu teórico, un hombre requerido por problemas, debía ser considerado un héroe o un monstruo? No hay ninguna afinidad substancial entre idea y tragedia. Pero en aquella época pensaba que toda idea debía encarnar o transformarse en grito. Convencido de que el desaliento era el signo mismo del despertar, del conocimiento, le reprochaba a mi amigo ser demasiado optimista, interesarse en demasiadas cosas y desperdiciar una actividad incompatible con las exigencias del verdadero conocimiento. Porque era abúlico me consideraba más adelantado que él, como si mi abulia fuera el resultado de una conquista espiritual o de una voluntad de conocimiento. Recuerdo haberle dicho un día que en una vida anterior debió alimentarse únicamente de hierbas para que pudiera conservar tanta frescura y confianza, y también tanta inocencia. No podía perdonarle sentirme más viejo que él, lo hacía responsable de mi acrimonia y de mis fracasos y me parecía que sus esperanzas las había adquirido a costa de las mías. ¿Cómo podía moverse en tan distintos ámbitos? La curiosidad, en la cual veía un demonio o, con San Agustín, una “enfermedad”, era siempre la acusación invariable que le hacia. Pero en él la curiosidad no era una enfermedad, por el contrario, se trataba de un signo de salud. Y era esa salud la que le reprochaba y envidiaba al mismo tiempo. Pero aquí se impone una pequeña indiscreción.




Sin duda, no me hubiera atrevido a escribir “El hombre sin destino” una circunstancia particular no me hubiera decidido. Teníamos una amiga común, una actriz de gran talento, que para su desgracia estaba atormentada por problemas metafísicos. Esta obsesión llegó a comprometer su carrera y su talento. En el escenario, justo en medio de un parlamento o de un diálogo, sus preocupaciones esenciales llegaban a sorprenderla, invadirla, apoderarse de su espíritu, y lo que estaba recitando le parecía de pronto de una intolerable vacuidad. Su trabajo lo resentía —ella era demasiado íntegra para poder o querer recurrir al engaño—. No la despidieron, se contentaron con darle pequeños papeles insignificantes que no podían molestarla en nada. Ella aprovechó esto para entregarse a sus interrogaciones y a sus gustos especulativos, en los que ponía toda la pasión que antes desplegaba en escena. En busca de respuestas recurrió en su desconcierto a Eliade y luego, con menos inspiración, a mí. Un día él no aguantó más y la echó, rehusando volverla a ver. Ella vino a contarme su desengaño. Luego la vi con frecuencia, la dejaba hablar mientras yo escuchaba. Ella era deslumbrante, es cierto, pero tan acaparadora, tan extenuante, tan insistente, que después de cada uno de nuestros encuentros me iba, agotado y fascinado a emborracharme en el primer bar. ¡Una campesina (pues era una autodidacta salida de un pueblo perdido) que hablaba de la Nada con un brío y un fervor inusitados! Había aprendido varias lenguas, se había empapado de teosofía, leído a los grandes poetas y sufrido no pocas decepciones, ninguna de las cuales, sin embargo, le había afectado tanto como la ultima. Sus méritos, tanto como sus tormentos, eran tan especiales que al principio de nuestra amistad me pareció inexplicable e inadmisible que Eliade la hubiera tratado tan duramente. Al parecerme inexcusable su proceder para con ella, escribí para vengarla “El hombre sin destino”. Cuando el artículo apareció en la primera página de un semanario ella estuvo encantada, lo leyó frente a mi en voz alta como si se tratara de algún monólogo famoso y enseguida lo analizó párrafo por párrafo. “Nunca ha escrito usted algo mejor”, me dijo —elogio desplazado que se hacía a sí misma ya que ¿no era precisamente ella quien, en cierta forma, había provocado el articulo y me había proporcionado su material?— Más tarde comprendí la fatiga y la exasperación de Eliade, y el ridículo de mi ataque excesivo, por el que nunca me guardó rencor e incluso le divirtió. Este rasgo merece ser señalado, pues la experiencia me ha enseñado que los escritores, mortificados todos por una memoria prodigiosa, son incapaces de olvidar una insolencia demasiado perspicaz.

Por esa misma época Eliade comenzó a dar cursos en la Facultad de Letras de Bucarest. Iba cuantas veces podía. La intensidad que prodigaba en sus artículos se reencontraba felizmente en esas clases, las más animadas y más vibrantes que he escuchado jamás. Sin notas, sin nada, llevado por un vértigo de erudición lírica, él lanzaba palabras convulsas y no obstante coherentes, subrayadas por el movimiento crispado de las manos. Una hora de tensión luego de la cual, verdadero milagro, no parecía agotado y posiblemente en realidad no lo estuviera. Es como si él poseyera el arte de contener indefinidamente la fatiga. Todo lo que es negativo, todo lo que incita a la autodestrucción tanto en el plano físico como en el espiritual, le era entonces y le ha sido siempre ajeno. De aquí proviene su incapacidad para la resignación, el remordimiento, para todos los sentimientos que implican un callejón sin salida, el marasmo, la ausencia de futuro. De nuevo probablemente exagere, pero creo que si Eliade tiene una perfecta comprensión del pecado, en cambio no posee su sentido: para esto él es demasiado febril, demasiado dinámico, demasiado impaciente, está demasiado lleno de proyectos, demasiado intoxicado por lo posible. Este sentido sólo lo poseen aquellos que rumian sin descanso su pasado, que se fijan a él sin poder soltarse, que se inventan faltas por necesidad de torturas morales y se complacen en el recuerdo de no importa qué acto vergonzoso o irreparable que han cometido y, sobretodo, que quisieran cometer. Los obsesos, para hablar otra vez de ellos. Sólo ellos tienen el tiempo para descender a los abismos del remordimiento, para permanecer, para revolcarse ahí; sólo ellos están hechos de esa materia que hace al cristiano auténtico, es decir, alguien atormentado, destrozado, que siente las ganas enfermizas de ser un condenado y termina a pesar de todo, por vencerlas -esta victoria, que nunca es total, es lo que llama “tener fe”. Desde Pascal y Kierkegaard ya no podemos concebir la “salvación” sin un cortejo de imperfecciones y sin las secretas voluptuosidades del drama interior. Sobre todo hoy que la “maldición” está de moda, en literatura se entiende, se querría que todo el mundo viviera en la angustia y la desgracia. ¿Pero puede un científico ser maldito? ¿Y por qué lo seria? ¿No sabe demasiadas cosas para poder condescender con el infierno, con los estrechos círculos del infierno? Es casi seguro que sólo los aspectos sombríos del cristianismo aún provocan en nosotros un cierto eco. Tal vez si se quisiera reencontrar la esencia del cristianismo habría que verlo, en efecto, negro. Si esta imagen, si esta visión es verdadera, Eliade está evidentemente al margen de esta religión. Pero tal vez esté al margen de todas las religiones, tanto por profesión como por convicción: ¿no es él uno de los representantes más brillantes de un nuevo alejandrinismo que a la manera del primero, sitúa todas las creencias en un mismo plano sin poder adoptar ninguna? Desde el momento en que uno se rehusa a jerarquizarlas, ¿cuál preferir, por cuál pronunciarse y a qué divinidad invocar? Uno no se imagina en oración a un especialista en historia de las religiones. O, si él efectivamente reza, entonces desmiente su enseñanza, se contradice, arruina sus Tratados en los que no figura ningún dios verdadero, en los que todos los dioses vienen a ser lo mismo. Por más que los describa y los comente con talento, él no puede insuflarles la vida; él les habrá substraído todo su vigor, los habrá comparado unos con otros, utilizando unos contra otros, para su mayor perjuicio, y lo que queda de ello son símbolos exangües con los que el creyente no tiene nada que hacer, suponiendo que en este estadio de la erudición del desengaño y de la ironía pueda haber alguien que crea verdaderamente. Todos nosotros somos, con Eliade a la cabeza, excreyentes, todos nosotros somos espíritus religiosos sin religión.

De Exercices D’Admiration, 1986

Traducción de Alberto Román

jueves, 5 de marzo de 2015

El Retorno de los Brujos



Vieja reflexión sobre un contrato de lectura con "El Retorno de los Brujos" de Louis Pauwels y Jacques Bergier, escrita para un Seminario de Especialidad, desempolvada entre algunos archivos digitales:

Escribir acerca de “El retorno de los brujos” supone, para mis experiencias como lector, abrir un ámbito especial a partir de los referentes culturales (no estrictamente literarios) que he logrado abarcar. En específico, este ámbito está relacionado con el mundo del esoterismo contemporáneo. Me remonto entonces a la década de los 60 para situar el contexto donde el libro circuló y desenvolvió. Durante esos años, en Francia, la obra ideada y publicada por Pauwels en colaboración con Jacques Bergier generó –de acuerdo a lo informado en los medios- un verdadero “boom” en torno a temas de diversa índole esotérica y científica-humanista. Por ende, llegó a convertirse en “best-seller” en el sentido estricto de éxito de ventas. De alguna forma, la masividad alcanzada se condice con el omnipresente mercado e industria cultural que la fomenta y preside. Es así que la influencia de nuevos conocimientos esotéricos expuestos “generosamente” para el gran público, caló hondo en un incipiente interés colectivo por aquellas temáticas y asuntos anteriormente restringidos a un círculo intelectual más elitista. Puedo resumir entonces que con el éxito comercial de “El retorno de los brujos” durante los 60, los llamados conocimientos esotéricos referidos a una visión transversal de los saberes humanos, pasaron de constituir un conjunto de saberes underground para posteriormente formar parte del circuito mainstream promovido por el mercado y la industria de la cultura.

Este hecho tuvo indudablemente proyecciones en el futuro. Es posible evidenciarlo en la recepción que tuvo el libro por parte de la crítica, tanto en el sector periodístico como académico. El primero se ha encargado de fomentar todo un fenómeno comercial en torno al libro, facilitando una imagen publicitaria que va de la mano con su manifiesto potencial lucrativo, simplificando hasta el absurdo los contenidos presentes en él. El segundo ha enfatizado su carácter “fundacional”, en el sentido de que funciona como un referente inmediato de prácticamente toda la literatura mainstream actual con orientación esotérica pseudo-científica. Precisamente estos caracteres se han vuelto determinantes para que “El retorno de los brujos” se haya convertido, hoy por hoy, en un libro de culto y de escasa circulación. Esta consideración del libro, a mi parecer, le dota de cierto “aire mítico” que funciona como un valor agregado, independiente de los parámetros de valor provenientes de los sectores de la crítica. De este modo, al entrar en contacto y en dialogo con generaciones posteriores de lectores (entre las cuales me incluyo) se constituye como factor para la construcción de un determinado perfil, una “identidad”. Es decir, aquellos que consiguen este libro, en cierta medida condicionados y mediados por información y conocimientos previos referentes al marketing (el envoltorio comercial y su valoración proveniente de los distintos sectores de la crítica), y a sus respectivos trasfondos culturales, aficiones e intereses, generan una apertura, una iniciación de esa “aura” de valor (en términos de Walter Benjamin) que el lector descubre, más allá del formato material del libro y de su edición específica.




En mi caso, pienso que como lector de “El retorno de los brujos” seguí hasta cierto punto la línea expuesta anteriormente. Mi encuentro con el libro, entonces, va íntimamente ligado con mi incipiente interés por los conocimientos filosóficos que se enmarcan bajo el concepto del esoterismo. En particular, puedo considerar mi ingreso a la corporación “Nueva Acrópolis” como un antecedente directo. A partir de mi experiencia en los talleres de filosofía que impartían, pude discriminar realmente mi proyección individual frente a la perspectiva que cada uno de sus agentes legitimaba. Ellos (los miembros de Nueva Acrópolis) aplicaban una concepción de “filosofía a la manera clásica”, es decir, buscaban aplicar una nueva praxis filosófica actualizada para los tiempos presentes pero basada en los principios y preceptos de los filósofos clásicos (principalmente griegos, como Pitágoras, Aristóteles, Platón, y orientales, como Lao Tsé, Confucio) y además de corrientes esotéricas como la Teosofía de Madama Blavatsky. Poco a poco me fui percatando de su rechazo injustificado por los filósofos modernos y contemporáneos. Fue de esa forma que finalmente disentí de sus puntos de vista y me retiré. Mi primera aproximación hacia este libro cobró así un significado adicional, por el hecho de mi previa retirada de Nueva Acrópolis. Empezaba a sentirme como un lector aficionado a este tipo de obras, aunque “El retorno de los brujos” no constituya literatura esotérica propiamente tal, ni siquiera literatura como fenómeno estético –constituye más bien un ensayo fragmentado en distintas partes, con inclusión de ciertas anécdotas de parte de los autores y de breves textos literarios de célebres escritores ad-hoc-. Me sentía por ello libre de posturas ideológicas, y dispuesto a profundizar en todos estos temas de interés (siguiendo una senda crowleyana de individualidad).

Posterior a mi lectura de “El retorno de los brujos” incursioné en literatura que guarda una cierta relación con las ciencias y los conocimientos humanísticos. Es el caso de autores como Aldous Huxley, con “The Doors of perception”, Lobsang Rampa, con “El Tercer Ojo”, y Austin Osman Spare con “El libro del placer”. Tampoco puedo olvidar la figura de Aleister Crowley, en el ámbito de la magia y el ocultismo. Si bien leer “El retorno de los brujos” me permitió establecer un contrato de lectura con dichos textos y con otros por el estilo, siempre me enfoco principalmente en su dimensión literaria, con una inclinación hacia el imaginario que configuran (a partir de mi proyección), sin dejar de lado su aspecto intelectual. “El retorno de los brujos” funciona así como un texto fundacional de mi nuevo itinerario de lectura, trazando una línea alternativa a mi anterior recorrido como lector. Es por ello que en la actualidad centro mi actividad de lectura en dos ámbitos: el de la literatura como obras estético-artísticas y el de los libros con contenido filosófico, religioso (desde una visión secular) y científico-humanista.

Por otro lado, la lectura del libro de Pauwels y Bergier no sólo ha influenciado los límites de mi campo y de mi modo de lectura, sino que también lo ha hecho en mi forma de concebir lo social y lo cultural. Partiendo de la premisa básica planteada por los autores sobre el “realismo fantástico” como un ingente cambio de paradigma, una aproximación hacia una posible reintegración de lo humano con el cosmos, en el sentido de que lo fantástico justamente supone la verdadera realidad del hombre ante la naturaleza y en el universo, sostengo que es posible aplicar a la vida práctica estas subyacentes ideas operando bajo el concepto de “ver e ir más allá”. Se trata de adoptar siempre una actitud escéptica ante los velos e ilusiones –principalmente informativas, colectivas y culturales- y crítica frente a las redes de poder y de control que ejercen su función consuetudinaria día y día buscando su legitimación en la desidia mental de las grandes masas. “El retorno de los brujos” ha sido para mí un puntapié que me instó a reconsiderar todas estas cuestiones, más allá de la creencia en contenidos como el de las civilizaciones perdidas en el continente americano, la conexión esotérica entre el nazismo y la cultura hindú y el surgimiento de una neo-alquimia que supondrá una revolución en el paradigma del conocimiento científico para dar lugar a una próxima era de misticismo actualizado. En la medida que funcionan como hipótesis y propuestas en ciernes, se hallan sujetas a una revisión, una re-lectura. En este caso, y siguiendo una lectura sugestiva, contribuyen como elementos gravitantes de una especie de imaginario, donde solo el elemento fantástico conlinda con los misterios, donde la visión mágica de la realidad es la expresión de las voluntades, ya que como versara Paul Eluard: "Hay otros mundos, pero están en este".


miércoles, 4 de marzo de 2015

EL PENSAMIENTO NO HUMANO

Libro editado en 1972 por editorial Plaza & Janés, Barcelona. Formato Tapas Duras.

     


 La Araña, sutil Arquitecto y asesino diabólico. Pero, por una vez más, sólo se trata de comer para vivir.


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Entre Ciertas Aves la necesidad de Consagrarse a los demás es tan imperiosa que incluso llegan a alimentar a los peces






Los Favores Entre Animales


EL PENSAMIENTO NO HUMANO


martes, 3 de marzo de 2015

Umbras de grisáceo

Cualquier basurita que produzca jollibud o la cultura predominante usoniana, parece ser el no va más. Números cantan.

50 sobras de grisucho, un refrito cutre de Histoire de O, basado, a su vez, en una obra del Marqués de Sade, pero cuyos antecedentes más o menos independientes se remontan al alba de las culturas de todo el mundo: la mujer víctima voluntaria, esperando vanamente cambiar a su adorado (¿y no se ve también en Sábato, Arlt, en tantas que se venden para sus chulos?)

Por otro lado, el hombre calzonazos que se deja maltratar y despreciar por su mujer... de casos está la historia y la literatura llena, la vida de las personas "normales" también... es la historia tan vista en la pintura francesa de Salomé, la femme fatale, que insufló lo mejor de la literatura polaca de entreguerras, Alräñume de Hans Heinz Ewers... Sacher Masoch, donde arriba Sade.

Formas un tanto patológicas de relación, por cuanto la parte víctima espera un "cambio en el victimario... que son peores en la vida banal de la gente mediana, de pocos recursos, que suele engendrar (un retrato en el padre de Martín en Sobre héroes...) trasladando sus relaciones de lucha caótica a los hijos.

En fin, usitas, no habéis inventado nada, nuevamente nada original... aunque los cines del mundo entero, incluso puede que los del califa de Mosul estén a rebosar por vuestra última gansada (con perdón de los gansos).

Temas graves en sí, largamente tratados desde todos los puntos de vista, más sensuales en H de O, más certeros en literaturas de Argentina o Este de Europa (Polonia, Romania), más crudo en la banal realidad.

Disculpen si va muy resumido y tal, llego cansado de viajar mucho.

viernes, 6 de febrero de 2015

POR AHORA

Sí, creo que ya hallé como escribir... todo un discovery para mi, jeje.

En estos últimos meses, además de descubrir que hay algo dentro de mí que conspira contra mí, como si no hubiera evidencias vitales, incluso cuando creo ser prudente... el miedo a triunfar o salir de situaciones, me paraliza.

Aparte esto, recientes discoveries míos sobre el escudo magnético y la estructuración de Gaia como Teatro refuerzan mi schopenhaueranismo y sabatinismo. Algo divino, la vida misma.

Ustedes dirán, me emocionan, me "ponen" los neoargonauts de Syriza en una Europa a la que veía poco menos que como una puerca egoísta (nada que ver con el animal, ni siquiera simbólicamente)... me decepcionarán o podrán contribuir a ese cambio tan necesario, para evitar que la vergüenza del cambio climático y demás mezquindades o la eutanasia nuclear por jeob-bush en 2 años acaben malamente todo.